CONOCE LOS VALLES

La vida pasiega

Peculiares rasgos culturales, territorios y costumbres de más de cinco siglos de generaciones.

El rasgo diferencial más llamativo de los pasiegos es la apropiación del monte para su uso y gestión individual, seguido por la creación de terrazgos con su respectiva cabaña y divididos por amplios prados. Las cabañas son para los pasiegos los centros de trabajo, donde se realiza la estabulación y cría del ganado. Del modelo tradicional se mantiene la tendencia al nomadismo estacional mediante «mudas», cuestión que por otra parte resulta inherente a las exigencias del clima de los valles y a los requerimientos de alimentación del ganado.

Costumbres vida pasiega
La agricultura en la vidad pasiega

El proceso de cambio y diferenciación pasiega acontece desde el Siglo XVI, apoyado por un importante grado de comercialización de productos, ganado de carne y producción lechera.  Se comenzó a individualizar la producción y aprovechamiento del territorio. La integración en el mercado castellano y la comercialización de derivados de alta calidad y alto precio, supusieron el empujón definitivo al sistema. La mayor parte de la población vive ya en los núcleos (Miera, San Roque de Riomiera, Selaya, Luena, Vega de Pas y San Pedro del Romeral, referentes de los Valles en ocio y servicios), donde el modelo tradicional de poblamiento se organiza en torno a una plaza.

La cabaña pasiega es el elemento más destacado del patrimonio de la comarca. En total existen unas 10.000 en los Valles, que simbolizan un modo de vida, ocupación y aprovechamiento del espacio pastoril, datando las más antiguas del Siglo XVI, conservadas hasta la actualidad.  Las cabañas habitualmente tienen una planta rectangular de unos 11 metros de fondo y 6,70 de lado, con puertas de madera, vanos y fachada. Durante el Siglo XIX aparecen también los portales adosados a la fachada para usar como leñera. En el interior, las cabañas se distribuyen en una planta superior destinada al pajar, y una inferior para el establo.  Las cabañas vividoras, que no son el tipo más habitual, cuentan con una planta más amplia, una solana de madera y una división de los espacios más funcional.

La vida pasiega
Más sobre la vida en los Valles

Los cabañales del Pisueña responden en buena medida a la caracterización genérica del ámbito propiamente pasiego. Selaya es sin duda el municipio del valle que concentra los cabañales de mayor interés, extensión y densidad edificatoria. Es más, incluso dentro del propio municipio la transición de los rasgos paisajísticos hacia otros más propios de la Cantabria interior se aprecia a medida que se atraviesan de Sur a Norte las sucesivas cuencas.

Los ámbitos de mayor densidad de edificios se localizan en el barrio de Pisueña, y preferentemente en la margen izquierda del río: El Tujo, La Lama, Guzmazán, La Empresa, Monte Las Piedras o El Abedul son las agrupaciones más importantes de este entorno, y en ellas aparecen los edificios más singulares, seguramente los más antiguos del valle. Muchas de las cabañas mantienen aún un uso residencial y ese factor impone algunos rasgos diferenciales.

En el Valle del Miera los sucesivos cabañales, valle abajo, de La Brena, Bernallán, El Ahorcado y El Toral muestran una evolución constructiva que se justifica por la intensidad de los usos residenciales y ganaderos en los distintos niveles altitudinales del valle. Los edificios más antiguos corresponden a los siglos XVII y XVIII, y se ubican en los cabañales de Bernallán o La Brena. Los más recientes aparecen en El Toral, en su mayor parte del siglo XIX, respondiendo a los cánones edificatorios de la «vividora», con profusión de solanas, volantes y cortavientos.

En el Valle del Pas, finalmente, se hayan multitud de soluciones edificatorias. Se estima en más de 6.000 el número de edificios que se distribuyen entre los municipios de Vega de Pas, San Pedro del Romeral y Luena. En Vega de Pas hay que distinguir al menos tres tipos de agrupaciones: las que ocupan los fondos de valle, como Pandillo o Portilla o la propia plaza de Vega de Pas, siguiendo por Candolías, Riolangos, La Gurueba, El Burnalón, La Cotera o Viaña; por otra parte las agrupaciones de vividoras de media ladera como Bucimprún o Guzparras y finalmente las cabañas de brena de las zonas de altura de uso exclusivamente ganadero y estacional, como La Vara, Lelsa, Colina, El Rostro, La Marruya o La Mesalcarro.

La Vida Pasiega

La «muda» es seguramente el aspecto más identitario de la cultura pastoril tradicional del mundo pasiego. Se trata de un proceso singular (en cuanto afecta al ganado y a la familia ganadera) de trasterminancia, caracterizada por movimientos estacionales de corto recorrido, por lo general de unos pocos kilómetros. La familia pasiega se desplaza entre fincas y cabañas para lograr un aprovechamiento racional de todos sus recursos de pasto, que sea además coherente con el desarrollo de las estaciones y del propio pastizal. Cada ganadero suele disponer de un número elevado de fincas y cabañas -no menos de cuatro o cinco generalmente- distribuidas en los distintos niveles altitudinales del valle.

La siega es una de las técnicas de trabajo más frecuentes del mundo pasiego, y requiere cierta destreza, fortaleza y «finura» en el manejo de las distintas herramientas. A lo largo del año, la siega tradicional para consumo en verde, se lleva a cabo con un dalle, una guadaña de mano con mango y agarradera de madera con una cuchilla ancha, curva y puntiaguda en el extremo.

La modalidad que ofrece más trabajo al ganadero en el modelo tradicional es la siega de final de primavera para su consumo invernal en seco. Es lo que se conoce como «alzar la hierba», lo que requiere segar la hierba y «curarla» o secarla al sol mediante volteo para a continuación guardarla en los payos de las cabañas. La meteorología juega un factor esencial en este proceso; si acompaña con sol y temperaturas altas, la «parva» solo ha de tenderse y voltearse una vez, antes de acometer el «empallado», la distribución tendida y pisoteada de la hierba en el tascón del modo que ocupe el menor espacio posible. Si a lo largo del proceso la hierba se moja por la lluvia es preciso «hacinar», reunir la hierba en montoneras para escurrir el agua y limitar la humedad, tender de nuevo al sol, voltear y finalizar el proceso. 

El traslado de la hierba seca al tascón depende de la distancia al lugar de siega y tendido. Si la cabaña está en la misma finca puede acarrearse con una «basna» o «rastra» de madera, en realidad una arrastradera sin ruedas, tirada por cuerdas aprovechando las pendientes de la finca; otra curiosa modalidad es «la belorta», que consiste en transportar los montones de hierba seca sobre una vara flexible de avellano de más de dos metros, que a continuación es cargada a hombros por el ganadero tras un complejo ejercicio para levantar el peso desde el suelo, aprovechando también alguna ligera inclinación favorable del terreno.

Son de frecuente uso «los cuévanos».  Se trata de un cesto o canasto elaborado con tiras de madera de avellano (menos frecuentemente de sauce) entrelazadas, sujeto a tiras trenzadas a modo de abrazaderas para soportar en hombros a la espalda, que recibe multitud de usos: desde el acarreo de materiales, hierba, leña o quesos, al transporte de bebés al modo de cuna.

Etnografía Pasiega

Desde el 16 de septiembre de 2015, «el palu» pasiego  y sus modalidades tienen la consideración de Bien de Interés Local Etnográfico Inmaterial por el Gobierno de Cantabria en los términos municipales de Vega de Pas, Selaya, San Pedro del Romeral y San Roque de Riomiera. La función primordial del «palu» era salvar los muros de piedra entre las fincas, o los obstáculos del monte en sus frecuentes mudas entre cabañas. La herramienta principal es una vara de avellano blanco flexible y recta, cortada en el monte en la luna menguante de enero, que mide una cuarta por encima de quien lo lleva. En la base presenta un casquillo al que se aferra un clavo o tachuela que sirve para arraigarse al suelo. Fueron los pasiegos quienes iniciaron las competiciones del salto pasiego.  ‘El salto pasiego’ consiste en agarrar el palo por un extremo con la mano dominante, y la otra llevarla colocada unos cincuenta centímetros más abajo (como en el salto de pértiga).

«Andar el palo» es una modalidad de gran dificultad, para la que se precisa gran destreza y una técnica muy desarrollada, pues se basa en el control y coordinación en equilibrio del cuerpo y el palo. Una vez el palo correctamente agarrado, se apoya en el suelo, con un impulso se coloca en vertical y el saltador «subido» a él, se desplaza en pequeños saltos con las piernas encogidas o estiradas en función de la fase de impulso, que ha de coordinarse con los brazos.

Los juegos de bolos son otro rasgo tradicional de la cultura pasiega que ha mantenido buena medida su nivel de actividad. Existen dos modalidades en la comarca: bolo pasiego y bolo palma. Esta última es la más extendida y la que tradicionalmente concita un mayor número de aficionados. La bolera es un elemento que nunca falta en nuestros pueblos. Uno de los iconos del patrimonio local, que además de ser un recinto deportivo también juega un rol de lugar de encuentro y sociabilidad.

En el juego, el objetivo es derribar el mayor numero de bolos (de un total de 9) cumpliendo una serie de condiciones técnicas. Las bolas son de madera de encina. Desde la zona de tiro hasta el tablón central suele haber unos 10 metros y a 3 metros hay una línea, o fleje, que no podrá rebasarse hasta que la bola golpee el tablón o los bolos.

El traje pasiego es seguramente el más representativo y el mejor documentado de todos los trajes populares de Cantabria; la labor divulgativa de los inquietos comerciantes pasiegos, y especialmente la tradición ligada a la labor de las nodrizas, están en la base de esa alta estima y elevado conocimiento. Las amas de cría eran jóvenes madres, de entre 19 y 26 años, criando al segundo o tercer hijo, y en perfecto estado de salud, que acudían como nodrizas a la corte desde los tiempos de Fernando VII, a partir del primer tercio del siglo XIX. En realidad no todas las mujeres que llegaban a la corte con ese fin eran pasiegas, pero el gentilicio se extendió hasta el punto en que, como señala Fraile Gil » pasiega llegó a ser incluso sinónimo de ama de cría en los diccionarios de la lengua»

Traje Pasiego

Nuestra Señora de Valvanuz en Selaya

El Santuario de Valvanuz es punto de referencia obligado en el marco de la cultura pasiega. Cada 15 de agosto se celebra en aquella pradera su festividad, cura iniciaron, sin embargo, la declarada de Interés Turístico Regional. La devoción por la Virgen de Valvanuz está muy arraigada en todo el ámbito pasiego. La festividad tiene como punto culminante la procesión de la Virgen, se acompaña de misas durante toda la jornada y de eventos lúdicos y deportivos que realzan los valores de la cultura pasiega, como el concurso del salto.

San Vicente en Lloreda de Cayón

Cada primero de septiembre los vecinos de Lloreda de Cayón celebran las fiestas de San Vicente Mártir. Las fiestas cuentan con una misa, una procesión seguida por bailes tradicionales, actividades de carácter deportivo (como exhibiciones de salto pasiego), carreras de caballos, torneos de bolos, desfiles regionales y exposiciones. Finalmente tiene lugar el desfile de carrozas. Al terminar la marcha, un jurado elige las carrozas ganadoras que reciben un premio en metálico.

 

La Perola en Vargas

Cada 20 de enero, la localidad de Vargas celebra «La Perola», cuyo origen se remonta a comienzos del siglo XVI, a una etapa de grandes epidemias de peste en la zona costera y central de la región. Dice la tradición que que cada año los vecinos invitan a comer a todos los necesitados que acudiesen al pueblo, con el compromiso de cada vecino de aportar frutos del campo y de su trabajo para elaborar un cocido. Se preparaban las perolas en el portal de la Iglesia y al toque de las campanas, los vecinos comenzaban a acercar los cocidos a base de legumbres, embutidos y patatas, acompañados de vino y alguna limosna. Actualmente, la fiesta se celebra como una comida popular en el pabellón polideportivo de Vargas.

¿Quieres saber aún más?

Descarga la guía completa sobre la vida en los Valles Pasiegos

Te puede interesar…
La vida pasiega

Valle del Pisueña

El Pisueña es el hacedor del relieve, quien vertebra el espacio, al permitir determinados usos y negar la mayoría a otros.

La vida pasiega

Valle del Miera

Sus formas irregulares que invitan a realizar innumerables paseos como el circuito existente desde la Concha, el Hayedo de Zamina y los Picones de Sopeña.