Desde la construcción del Camino Real en el siglo XIX hasta la actualidad, la N-623 se convierte en un itinerario turístico que conecta patrimonio, naturaleza y gastronomía.

Los Valles Pasiegos, un rincón de singular belleza en Cantabria, han sido históricamente un cruce de caminos que ha facilitado la comunicación entre sus localidades y las provincias limítrofes. Uno de los ejes más importantes de esta red viaria es el Camino Real del Escudo, que, tras su impulso en el siglo XIX, ha evolucionado para convertirse en la carretera nacional N-623. Este recorrido no solo es una vía de transporte, sino también un viaje a través de la historia, la cultura y la gastronomía de la región.

Los orígenes

Durante la historia prerromana, la zona estaba habitada por tribus cántabras que establecieron rutas de comunicación rudimentarias entre sus asentamientos. Estos caminos eran fundamentales para el comercio y el intercambio cultural, facilitando el acceso a recursos naturales como el mineral de hierro, que se extraía de las montañas cercanas. La influencia de los pueblos prerromanos sentó las bases para el desarrollo de una red viaria más estructurada en épocas posteriores.

Con la llegada de la Edad Media, los caminos se transformaron y comenzaron a adoptar formas más definidas. La actividad comercial entre los diferentes reinos que habitaban la península ibérica llevó a la creación de rutas que conectaban lugares de importancia estratégica, como monasterios y mercados. En este contexto, los caminos medievales se convirtieron en vías de peregrinación y de tránsito para los viajeros, propiciando la comunicación entre los valles y la expansión de la cultura y la religión. Así, se establecieron rutas que más tarde influirían en el trazado de caminos importantes como el Camino Real del Escudo.

Ya en la Edad Moderna, el siglo XVIII marcó un hito en la mejora de las vías de comunicación en Cantabria, impulsadas por el crecimiento del comercio y el aumento del tráfico de mercancías. El camino real que se trazó en este periodo fue fundamental para el desarrollo económico de la región, conectando las localidades de los Valles Pasiegos con los principales núcleos urbanos y facilitando el traslado de productos locales hacia mercados más lejanos. Este proceso culminó en el siglo XIX con la modernización del Camino Real del Escudo, que abrió nuevas posibilidades de comunicación y desarrollo en la zona.

Descubriendo la Historia y la Belleza Natural del Camino Real del Escudo.
Descubriendo la Historia y la Belleza Natural del Camino Real del Escudo.

La historia del Camino Real del Escudo se remonta a 1801, cuando Pedro de Ceballos, entonces secretario de Estado, encargó a Agustín de Betancourt la elaboración de un informe para mejorar esta vía. Las obras comenzaron bajo la dirección de Francisco Javier Barva, y en 1804 el puerto del Escudo quedó abierto, facilitando el tránsito entre Santander y Burgos. Este nuevo camino, que seguía el trazado de las vías medievales, medía 3,9 metros de ancho y estaba diseñado con una superficie adecuada para los vehículos de la época, lo que marcó un avance significativo en la infraestructura vial de la región.

A lo largo del siglo XX, el camino siguió mejorando con la construcción de puentes y el asfaltado de sus carreteras, adaptándose a las necesidades de los automóviles y camiones. En 1902, se inauguró el ferrocarril de Astillero a Ontaneda, que conectó aún más los pueblos de la zona y fomentó el turismo hacia los balnearios de Puente Viesgo y Ontaneda. Sin embargo, la N-623 continuó siendo la vía principal hasta el siglo XXI, cuando la apertura de la Autovía de la Meseta A-67 en 2008 alteró su tráfico, pero también la reconvirtió en un atractivo turístico por su belleza natural.

Hoy en día, la N-623 atraviesa 4 municipios de los Valles Pasiegos, extendiéndose a lo largo de 153 km, de los cuales 30 discurren por esta hermosa comarca. A ambos lados del Puerto del Escudo, los visitantes pueden disfrutar de un paisaje impresionante, repleto de patrimonio arquitectónico y cultural, así como de una rica oferta gastronómica. Cada rincón invita a descubrir historias personales y comunes, marcadas por el legado del tráfico que en su día animó estas tierras.

La gastronomía, en particular, ha evolucionado a lo largo de los años, reflejando las tradiciones de la zona. Restaurantes a lo largo del camino ofrecen platos que deleitan a los viajeros, integrando ingredientes locales y recetas ancestrales. La colaboración de la Asociación para la Promoción y Desarrollo de los Valles Pasiegos, junto con la Diputación de Burgos y los Ayuntamientos de Piélagos y Camargo, ha permitido poner en valor esta carretera emblemática como un destino turístico que une pasado y presente.

Descubriendo la Historia y la Belleza Natural del Camino Real del Escudo.