Mirador de Covalrruyo

Mirador de Covalrruyo

El mirador de Covalruyo, en las estribaciones del puerto de Lunada, permite discernir algunas de las más destacadas unidades de paisaje del mudo pasiego. Son muy evidentes y llamativas dos cuestiones prioritarias: el glaciarismo cuaternario con sus «paisajes del hielo» y el paisaje cultural pasiego de cabañal disperso.

Pero hay que destacar al menos otra cuestión que, desde esta perspectiva, llamará la atención del observador: la presencia más o menos continua del hayedo de La Zamina, desafiando al modelo de ocupación del espacio de los pasiegos a favor de la dificultad que introduce el karst a efectos del uso agrario de ese monte.


El hayedo ocupa toda la vertiente meracha de Los Picones de Sopeña, que hacia el oeste arrullan los primeros pasos del Pisueña. Es un clásico relieve monoclinal «en cuesta»; desde un punto de vista morfográfico se definen como relieves tabulares, inclinados y disimétricos, que siempre ofrecen dos elementos topográficamente opuestos: un frente y un dorso. El frente de cuesta, hacia el Pisueña en este caso, presenta una pendiente notable, escarpada en la parte superior de litología caliza, y con un talud inclinado en sentido contrario al buzamiento de los estratos, de litología heterogénea, alternante en este caso, aunque con predominio de areniscas, más deleznables que las rocas del escarpe, o de las franjas intermedias de caliza que en Pisueña llaman «cintas».

Mirador de Covalrruyo

Nicho ecológico.

El dorso, hacia el Miera, perfectamente apreciable desde Covalruyo, es una superficie más extensa, de mucha menor pendiente, que presenta una litología muy homogénea al adaptarse al dorso de un estrato, en este caso calizo. Es curioso cómo puede cambiar la percepción respecto a la misma unidad fisiográfica a un lado u otro de la montaña, arrogante desde Pisueña, modesta y tenue desde Covalruyo.


Pero a la hora de valorar el paisaje la cuestión va mucho más allá. Sobre ese sustento calizo, y en un ambiente de lapiaz de modelado dinámico, el hayedo ha encontrado un nicho ecológico apropiado que le permitió sortear la voracidad humana sobre el bosque.


Téngase en cuenta que esta es seguramente la cuenca de Cantabria donde las masas forestales fueron más intensamente castigadas en siglos pasados, especialmente entre el XVII y el XVIII. En ese período, la integración del bosque en la economía nacional y la pérdida de la gestión forestal por los pueblos generaron una situación de rebeldía que hizo fracasar todos los planes de repoblación, mientras la Intendencia de Marina disponía de una dotación ingente para servir a los astilleros y a las Reales Fábricas de Liérganes y La Cavada, cuestión que derivó en un monumental esquilmo del bosque al finalizar el siglo XVIII.

Paisaje cultural.

Además del bosque, llamará la atención del visitante la gran artesa que conforma la fisiografía de toda la cabecera del valle, resultado del flujo de hielo en las etapas frías del cuaternario. Es fácil apreciar las morrenas que enmarcan algunas de las pequeñas lenguas de cabecera, y a los pies del observador, la morrena lateral del valle principal y las lagunas de obturación que se forman en el drenaje del macizo del alto Asón, precisamente por esta morrena lateral que impide la escorrentía hacia el Miera.

Finalmente, el paisaje cultural pasiego, con su característico mosaico de fincas, cabañas, setos y cierres de piedra, ocupa todo el valle medio desde el cauce del río hasta el punto en que el bosque indica la presencia del lapiaz calizo. Resultan llamativas, por desgracia, las «heridas» causadas en ese paisaje de cuento por la apertura de pistas o viales, un proceso reciente ligado a un fenómeno de segunda residencia que tuvo su pico de demanda al principiar el siglo XX y parece haberse retraído después.

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