Paisajes desde La Braguía

El puerto de La Braguía divide dos entornos claramente diferenciados en el mundo pasiego: al sur, el contacto con las elevaciones montañosas de la cordillera Cantábrica entre el Puerto del Escudo y el macizo de Castro Valnera, y al norte, el paisaje cultural pasiego más completo, asociado a formas de asentamiento disperso en las laderas o concentrado en barrios en los valles.

Entre los valles tributarios, los paisajes de pastizales en las laderas y en el pie de monte están marcados por el fuego. Uno de los aspectos más complicados de analizar en términos de paisaje en esta área es el impacto visual de los aerogeneradores que ocupan parcialmente la cresta de la cordillera, en tierras pertenecientes a municipios del norte de la provincia de Burgos.


El puerto de La Braguía separa dos entornos contrastantes en el mundo pasiego, revelando una transformación dinámica del paisaje debido al abandono gradual de la actividad agraria tradicional y la presencia humana, especialmente marcada por la visualización de aerogeneradores en la cresta montañosa.

Esta transición no solo refleja cambios en la estructura del paisaje, sino también en la percepción visual del mismo. Además, la riqueza natural del área, desde los pastizales en las laderas hasta los matorrales y bosques en proceso de regeneración, ofrece una experiencia visual y sensorial única para aquellos que disfrutan del paisaje.

Paisajes desde La Braguía

Paisaje vivo.

Entre los cabañales de Estallo y Cubirquillo, se puede observar cómo el paisaje está en constante transformación. El abandono gradual de la agricultura tradicional ha permitido que el bosque recupere terreno, mientras que el manejo cultural del fuego por parte de las generaciones más jóvenes ha promovido el crecimiento de matorrales.

El tradicional mosaico de praderas, cerradas por muros de piedra y salpicadas de cabañas pastoriles, parece estar desapareciendo en favor de áreas más accesibles.

Valle de Carriedo.

Al norte del puerto de La Braguía, el Valle del Pisueña ofrece una vista excepcional de algunos de los paisajes más importantes de la región: el fondo del valle, la terraza fluvial del Pisueña, los matorrales atlánticos en los bordes del valle y los paisajes montañosos entre los valles, como los Picones de Sopeña.

Se observa una transición hacia paisajes más abiertos y de uso más intensivo: la presencia urbana de Selaya y Villacarriedo, la aparición de cabañas modernas que contrastan con las construcciones tradicionales, y la intensificación de la producción ganadera, reflejada en una serie de naves para el ganado, son aspectos antropogénicos que modifican la percepción del paisaje.

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