Ruta breve que recorre la cuenda del río Rubionzo, ubicado entre los municipios de Saro y Villacarriedo. Se trata de la cabecera de un pequeño valle de origen fluvial labrado sobre materiales arcillosos y orientado al Noroeste en el sector septentrional de Picojeniro.

El bosque atlántico, en forma de un pequeño robledal que coloniza la ladera orientada al Norte, los restos de la actividad preindustrial ligada a la generación de energía desde el siglo XVIII mediante el aprovechamiento de la fuerza motriz del agua, y el actual modelo de explotación del medio, semejante al pasiego, son algunos de los atractivos de la ruta.

Abionzo constituye una magnífica atalaya sobre la cuenca alta del Pisueña. El fondo plano de la llanura aluvial y la generosa terraza fluvial entre Tezanos y Santibáñez se aprecian desde aquí nítidamente.
Al partir de Abionzo pronto se reconocen las mieses que fueron sustento en el siglo XIX de amplios linares, en cultivos aterrazados de los que aún se conserva aquella tradicional morfología de la ladera, aunque ahora es el prado quien tiene la hegemonía de los cultivos y del paisaje. El monte de Zarrizuela, después, constituye una de las pequeñas manchas bien conservadas de frondosas autóctonas (robles y castaños en este caso) que en la comarca debieron sortear la fiebre deforestadora de siglos pasados y la demanda de madera de astilleros, ferrerías o instalaciones preindustriales como las Reales Fábricas de artillería de Liérganes y La Cavada. Aunque libró la frenética actividad de la Intendencia de Marina, la reducida presencia de ejemplares de gran porte pone de manifiesto el uso que la sociedad campesina dio al bosque con fines constructivos, pues también se utilizaba la madera de robles y castaños para levantar las casas. Aún en la actualidad se reparten suertes de leña entre los vecinos de Abionzo cuando la situación del bosque lo permite.
Más adelante encontrará el caminante el molino de Rubionzo, que aún conserva la maquinaria original, la canal de derivación y un curioso puente de piedra decimonónico. El camino enlosado que conduce al pueblo, de aspecto carretero, y el canal que desciende hacia el edificio de la antigua fábrica de electricidad son otros elementos destacables del recorrido.

El río Rubionzo acoje buenos ejemplos de patrimonio construido preindustrial ligado al aprovechamiento de la fuerza motriz del agua.
Las fábricas de luz producían corriente continua, lo que impedía largos desplazamientos y servía básicamente para abastecer las necesidades del pueblo y los adyacentes.

En la plaza de Llerana, junto al puente recientemente rehabilitado, el más destacado de los elementos patrimoniales referidos es la antigua ferrería de La Magdalena, que perteneció a Don Alonso de Obregón y Arce en la primera mitad del siglo XVII. Se trataba de una ferrería mayor en la que se fundían grandes masas de metal. La ferrería se convirtió tras el cese de su actividad mediado el ochocientos en molino harinero y posteriormente en fábrica de chocolate. En la plaza se puede contemplar también un buen ejemplo de casona montañesa, que en origen correspondió al Conde de la Valenciana, caballero de Carlos III que amasó una gran fortuna en México con la extracción de plata en la mina del mismo nombre.

El retorno se realiza por el mismo camino, todo ello en apenas hora y media de agradable paseo, accesible cómodamente para cualquier público y en cualquier época del año.

De regreso a Abionzo es posible contemplar todo el valle alto del Pisueña al pie de las montañas pasiegas. Se trata de un núcleo singular por su disposición como atalaya sobre el valle, en el que destacan algunos buenos ejemplos de tipologías constructivas populares, con casas de dos plantas con solana adosadas en hilera. El barrio Concejero, al Este del pueblo, es seguramente uno de los que mantiene un mayor carácter rural dentro del municipio; las formas arquitectónicas, con modelos próximos al de casa llana, tan abundante en el Saja, y la combinación de usos ganaderos y residenciales, la disposición de pequeños lavaderos individuales en el exterior, junto al huerto, las calles estrechas y las pequeñas plazuelas, confieren al conjunto un encanto especial.