Una garma es una vertiente pedregosa, muy agria, donde es fácil despeñarse en el lenguaje popular cántabro. Este topónimo hace honor al necedero del río que aquí drena estas cuencas de cabecera antes de convertirse en el río «grande» que será más adelante el principal donante del Pas.

La ruta que aquí se propone permite reconocer la cabecera del Pisueña, y el modo en que se conforma, a través de la unión de varias cabeceras torrenciales, su primer fluir. Junto al atractivo geomorfológico del recorrido, se cuentan al menos otros dos, no menos sugerentes: uno de índole cultural y etnográfico, ligado al ingente patrimonio construido propio de la cultura pasiega, otro vinculado a la personalidad paisajística del ambiente fluvial, con formaciones ribereñas muy características de la media montaña cantábrica.

 

Naturaleza, paisaje y patrimonio edificado conforman sin duda una oferta interesante. Entre los aspectos naturales no dejes de prestar atención, caminante, al singular equilibrio, forzado por el hombre, entre las praderías para uso exclusivamente ganadero y los rodales de castaño, haya y roble que enseñorean el entorno.

 

Encontrarás formaciones de interés en la ribera, con un cortejo fluvial dominado por el aliso (Alnus glutinosa), el fresno (Fraxinus excelsior) y el castaño (Castanea sativa), donde rara vez falta un denso dosel arbustivo con la presencia del cornejo (Cornus sanguínea), el sauce (Salix atrocinerea), el majuelo (Crataegus monogyna) o el acebo (Ilex aquifolium).

 

Antes de alcanzar La Garma, en el punto en que convergen los torrentes que forman el Pisueña, existe también una curiosa formación de turbera, donde se asientan algunas plantas insectívoras como la atrapamoscas (Drosera rotundifolia) o liliáceas como la nartecia (Narthecium ossifragum).

 

Y finalmente, en la zona de cabecera, sometida antaño a frecuentes ciclos de quema y desbroce para su aprovechamiento por el ganado lanar, aparece un ecosistema de landa atlántica dominado por el tojo (Ulex europaeus), distintos tipos de helechos y una amplia gama de brezos entre los que destaca, por su carácter endémico en la cordillera cantábrica el brezo de San Dabeoz (Daboecia cantabrica).

 

Entre el patrimonio edificado, destaca la profusión de cabañas. Las que se pueden contemplar en el recorrido responden a técnicas constructivas de los siglos XVIII y XIX, y a estrategias de ocupación y uso diferentes en cada caso. En ocasiones son edificios muy sencillos de pequeño tamaño, y otras veces cuentan con añadidos funcionales, como la solana al frente, formada por la prolongación del alero o el retranqueo de las gateras, o los colgadizos adosados a uno de esos muros laterales. Muy a menudo cuentan con estructuras complementarias en su entorno, como bodegos, cubíos, o las curiosas «tejadas de moscas» para guarecer los dujos de las abejas.

 

Todo ello es suficiente excusa para atreverse con este sencillo y breve recorrido, que permite un contacto directo con uno de los barrios de mayor esencia pasiega de toda la comarca.