PR-S75 Riberas del Yera y Ajan recorre la plaza de la Vega de Pas, algunos barrios de mayores esencias pasiegas del río Yera y del río Aján.

Los antiguos senderos peoniles de comunicación entre fincas y cabañales permiten realizar un recorrido cómodo, completamente balizado, que ofrece al visitante la oportunidad de comprobar los valores ecológicos y de paisaje del ENP LIC Río Pas.

 

Entre esos valores destacan especialmente las formaciones de galería de alisedas y saucedas, o la presencia de especies emblemáticas de nuestros ríos como el desmán ibérico o el cangrejo autóctono. Es frecuente la presencia de anfibios protegidos como el sapillo pintojo ibérico, la rana bermeja o el tritón palmeado.

 

Entre las aves más significativas destacaremos rapaces como el buitre leonado o el milano negro, mientras en los entornos ribereños o forestales no es difícil reconocer la estampa de mirlos, zorzales, trepadores o picapinos.

 

Caminando siempre por la ribera izquierda del río Yera, atravesando los cabañales de Horneo, Arejos, Los Praones y El enverao, llegaremos a un puente situado junto a los restos de un antiguo molino, vestigio de la importante actividad secular de aprovechamiento de la fuerza motriz del agua, en este caso para la molienda de cereales panificables de baja calidad. Será en este punto, donde el río Ajan cede sus aguas al Yera, donde el recorrido se adentra en la reducida y espectacular cabecera del Aján a través del Cañao de Aján.

 

La vieja cambera empedrada, elemento básico en la articulación del cabañal, se acompaña de especies propias del bosque de ribera, como los sauces (Salix spp) o los fresnos (Fraxinus excelsior) dando paso pronto a un bosquete mixto más frondoso en el que conviven también avellanos (Corylus avellana), hayas (Fagus sylvatica) y robles (Quercus robur).

 

Tras un cómodo ascenso, acompañado de los espectaculares saltos y marmitas del río, se alcanza en El Mingán el punto culminante del recorrido. Aquí se aprecian los restos de los antiguos barracones de trabajadores de las obras del Ferrocarril Santander-Mediterráneo, símbolo histórico del aislamiento de la comarca. El objetivo inicial de aquel proyecto ferroviario implicaba a las provincias de Santander, Burgos, Soria y Zaragoza, y pasaba por construir una línea de vía estrecha que enlazara por el Este con la vía ancha del FF.CC Central de Aragón hasta Sagunto y Valencia, con el punto de contacto en Calatayud.

 

El proyecto quedó incluido en el Plan de Ferrocarriles estratégicos y secundarios de 1908. Santander perdía con Bilbao la batalla comercial del trigo y la lana castellanos. El puerto vasco contaba desde 1878 con instalaciones para un tráfico más seguro con barcos de mayor calado, y el anhelo santanderino pasaba por dotarse con un complemento a la vía finalizada en 1866 que unía desde Alar del Rey, el Canal de Castilla con el puerto de Santander.

 

El proyecto, una vez aprobado, no pudo realizarse. En principio por el recelo de las empresas constructoras, más tarde por la Primera Guerra Mundial, que enfrió el proceso, y finalmente porque tras la Guerra los criterios ministeriales cambiaron por un supuesto interés militar que pretendía un ancho español para el ferrocarril, cuando buena parte de la obra estaba ya en construcción o terminada.

 

El nuevo proyecto debía pasar por Trespaderne para facilitar el enlace de la línea con Miranda de Ebro y conseguir un ferrocarril paralelo al valle del Ebro, pero no incluía ninguna alternativa de enlace con Santander, pues la concesión era específicamente para Ontaneda – Calatayud, lo que truncó toda la obra. A la izquierda, las ruinas del barracón en que se alojó a los obreros que construyeron el túnel de la Engaña, son una referencia visual durante todo el camino de ascenso por el valle de Aján.

 

El túnel de la Engaña, la obra más importante de todo el trazado, y los restos de la estación, trasladan a nuestra memoria el recuerdo de una historia de frustraciones y dilatadas esperanzas. El definitivo abandono del proyecto fue, al mismo tiempo, el punto de inflexión hacia la crisis definitiva de las cabeceras pasiegas, ya que esta rúbrica del secular aislamiento venía a sumarse a los procesos de deriva de la economía agraria tradicional.

 

Aprovechando ese trazado y transitando una zona de matorral atlántico con presencia de brezos (Erica spp) y tojos (Ullex gallii), se atraviesan después tres túneles antes de alcanzar la estación de viajeros de Yera. El descenso desde aquí, por callejos y antiguos senderos peoniles, conduce de nuevo a la ribera del Yera, y en última instancia a la Vega de Pas, mientras permite descubrir a cada rincón los valores de la etnografía y las costumbres del modelo pasiego de explotación y ocupación del espacio, con la cabaña como elemento más destacado de una ingente y particularísima herencia patrimonial.

 

El valle de Yera abarca uno de los más extensos y numerosos grupos de cabañales de la comarca, en su mayor parte de cabañas vividoras. Encontramos peculiares agrupamientos en barriada e incluso algunos grupos de varias casas unidas por el hastial, compartiendo muro y con la fachada en el lateral de orientación más favorable. El ejemplo más llamativo es el grupo de cuatro cabañas unidas denominado «Corcus».

 

Es de señalar también en Yera la presencia de pequeños huertos circulares y cercados de piedra en algunas fincas. La pérdida de la homogeneidad que caracterizaba a estos cabañales, con diversidad de intervenciones sobre los edificios y su entorno, así como la apertura presente y previsible de nuevas pistas allí donde llegan los compradores foráneos, constituyen los rasgos más sobresalientes de la dinámica actual de ordenación de este espacio.